Lo primero que entendí, es que muchas de las cosas que había aprendido no eran exactamente como yo lo pensaba.
Siempre tuve la idea que la enfermedad era como una ruleta rusa, si tenías suerte no te tocaría y si tenías mala suerte sufrirías todo tipo de calamidades.
Y me parece que muchos pueden pensar, pero que tonta es esta persona y quizá tengas razón.
Más tarde y después de reflexionar mucho, llegue a la conclusión de que no había manera de que yo pudiera saber algo diferente, por más esfuerzos que hice no recordaba que en ninguna escuela me enseñarán algo que me hiciera pensar diferente.
Y otra cosa que estaba muy convencida, es que sólo un doctor podría darme la solución. Así lo había escuchado siempre. También comprendí que era real, pues no tenía ni idea de cómo funcionaba mi propio cuerpo, mucho menos como solucionar todos los problemas que a partir del accidente me habían surgido.
Al pasar el tiempo me di cuenta que esto también podría cambiar y que dependía del esfuerzo que realizará para aprender sobre lo que debería ser lo más importante para cada persona.
El funcionamiento de mi propio cuerpo, la alimentación y que acciones estaban a mi alcance para que las cosas mejorarán.
Si algo he aprendido a través de toda esta historia, es que el conocimiento es cambiante, lo que hoy podamos creer que es así, que es real y que es la única posibilidad. No es así.
Cada tema aprendido, tiene siempre diferentes matices y formas de ver. Siempre va haber diferentes niveles de entender y si mantienes esa mente abierta vivirás en constante aprendizaje y verás el mundo con otros ojos.